El televisor de tubo me mira impasible, como si el tiempo no hubiera pasado. Cuando llegó a casa, ya era viejo. Sabedor de que ya le queda poco, ahí permanece, revestido de formica. Mientras lo observo, viene a visitarme su risa.

Me siento en el suelo, delante de él y, sin saber por qué, le doy al botón. No debería ni encenderse, lleva media vida acumulando polvo sin que nadie le haga caso, pero ahí estaba yo, esperando que funcionara. Cuando el frío suelo ya había congelado mis posaderas, se dignó a encenderse la pantalla. Llena de rayas y puntos. Tras ellos, se intuía la carta de ajuste.

Fue entonces cuando mi mano, con un reflejo aprendido, como montar en bicicleta, le dio un ligero pero contundente toque en el costado, a la altura de los redondos botones, que lo despertó definitivamente.

¡Justo a tiempo! Acababan de comenzar los dibujos animados, en blanco y negro. Jerry corría ágil delante de Tom, y al pasar una esquina, el pobre gato se daba de bruces contra la pared que escondía la perfecta puerta de la ratonera en la que Jerry se había cobijado.

Solo hizo falta que se diera el golpe para que la carcajada sonara a mi espalda. Me giré, y ahí estaba, con las manos en los bolsillos. En pie, con la piel de cara y brazos quemada por el sol, una vieja camisa sudada, y unos pantalones de pinzas manchados de la mierda de las vacas. Los zapatos llenos de tierra, el sombrero de paja a medio lado. Y un mecánico blanco, a medio fumar, mantenido entre esos labios protegidos por su fino bigote.

Daba igual lo duro que hubiera sido el día; si había dibujos del ratón y el gato, siempre se reía. Esa risa, sin saberlo, me enseñó que siempre hay un momento para disfrutar, por mucha que fuera la miseria. Porque él solo tenía dos días de descanso al año, su cumpleaños y San José, su santo, y patrón de su pueblo.

Hoy en día, cuando alguno de los tantos canales que llegan a las modernas televisiones reponen al gato y al ratón, a Bud Spencer y Terence Hill, o cualquier otro que te gustara, me siento a verlos. Los veo a color, ¡mientras te recuerdo a ti en blanco y negro!