A esa hora, ni los más solitarios se encontraban ya en la calle, salvo él. Aparcó en un vacío callejón sin salida, al lado de la rotonda. En días normales, estaría a tope de coches, y, en verano, más todavía. Pero esta noche, no. Se bajó sin prisa, cruzó y empezó a caminar por la Avenida de los Poetas, destino a Las Salinas. Mientras, el viento, ese que formó el carácter del pueblo marinero, le empujaba, y la mar le cantaba melodías de callaos.

Al final, tan solo como los demás, estaba un banco hecho de hormigón, que apenas tenía ya fuerzas para seguir resistiendo las visitas de la marisma. Pero decidió sentarse en él y mirar el horizonte, en silencio.

Las luces de Tenerife se veían nítidas, aunque quietas. Tampoco allí había nadie en la calle, ni coches apresurados en llegar a casa. Ya están todos en familia, alrededor de la mesa, en su cena de Navidad. Nunca ha estado en la isla de enfrente, tampoco ahora, siente haberse perdido nada. Al fin y al cabo, el Teide siempre le ha acompañado desde la ventana de su casa.

El relente y la marisma le hielan la cara, eso le mantiene atento, o eso cree. Un fuerte golpe de mar le hace cerrar los ojos. Entonces, aprovechan para abrazarle el cuello. Por miedo no se gira, pero tampoco se aparta. Respira profundo intentando identificar el olor, aunque solo percibe la sal.

El abrazo continúa, ahora, acompañado por unas manos curtidas por el trabajo del campo, que le acarician la cara, con el cariño y mimo que solo ellas saben.

Las lágrimas brotan entre sus ojos cerrados. Y los aprieta con fuerza, no quiere abrirlos y arriesgarse a que se vayan. Está feliz, después de tantos meses, de tantos años, se han escapado para abrazarle. Y recordarle cuánto le querían.

No aguanta más, ¡quiere verlos!, abre los ojos y, ¡ahí están!, mirándolo, uno a cada lado. Con esa cara de bondad que siempre tuvieron. Aprovechan que los mira, y le dan el beso de despedida que no pudieron regalarle en su último día en la tierra, para volverse al cielo.

Mientras las lágrimas no paran de inundar su cara, se esfuerza en seguir sintiéndolos, al tiempo que su mente evoca todo lo que hicieron por él, hasta hoy, regalándole su calor por Navidad.

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO 2025 PARA TODOS