Venezuela y Cuba: la ruina del sueño

En la novela El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, ya disponíamos de un documento excepcional sobre el caudillaje en América Latina. Claro que hubo otros precedentes, como el Tirano Banderas, de Valle Inclán, o El señor presidente, de Miguel Angel Asturias. Las dictaduras han florecido y florecen en América Latina, ese espacio impregnado de virtudes y males hispánicos. Y los escritores han estado muy atentos para analizar este fenómeno tan común en esa familia de naciones.

Aunque no nos ha sorprendido en lo más mínimo, sí constatamos la desazón con la que nos hemos quedado muchos seguidores de la actualidad internacional después de las elecciones en Venezuela. Un recuento que daba ventaja a la oposición fue manipulado de madrugada con el fin de que el sátrapa vuelva a repetir mandato otros seis años. Los dictadores saben bien cómo manejar los aparatos del poder para perpetuarse cuanto sea preciso. Y lo peor es que el ex presidente Zapatero va a bendecir a Maduro cada vez que se hace preciso, turbios negocios de un demócrata español.

Da mucha pena visitar estos países, que tanta hambre calmaron a los canarios durante muchas décadas, en Venezuela llegó a residir un total de 300,000 canarios, en Cuba también son incontables los compatriotas que allá mejoraron su vida. Es una tristeza comprobar que estos países hoy son una pura desolación. Dos veces he estado en Cuba y otras tantas en Venezuela. En 1972 formé parte de una expedición de recién titulados de periodismo en La Laguna y el presidente Caldera nos recibió en el palacio de Miraflores. Era entonces Venezuela un país del Primer Mundo, su petróleo, sus oportunidades y su buena política hizo que el bolívar llegase a costar 32 pesetas, una moneda por entonces más cotizada que el franco francés. El Hogar Canario de Caracas era un club potente y muchos compatriotas estaban colocados con buenos negocios. Venezuela ayudó a levantar Canarias, mucho dinero que vino de allá hizo florecer a los pueblos de las islas. Hacia 1988 viajé a Cuba por primera vez con una expedición del ayuntamiento de Los Llanos de Aridane comandada por la entusiasta concejala de Cultura Ana Isabel León, en la que también figuraba el grupo Los Arrieros. Hablamos con descendientes de la emigración palmera en Cabaiguán y otras poblaciones agrícolas en las que los nuestros tuvieron protagonismo.

Ahora en Cuba la escasez de alimentos es terrible, alguna vez comenté a algún amigo de allá que en el país solo se alimentan los que tienen el carnet del Partido Comunista. Pero me dicen que ahora ni siquiera eso es ya posible, ni las viejas glorias de la ciudadanía reciben las raciones mínimas para subsistir. Venezuela, el gran país hermano, tiene ocho millones de ciudadanos huidos porque la locura de Maduro ha creado unas condiciones de vida lamentables. En Canarias residen miles de cubanos y venezolanos que han logrado una nueva vida.

Sucede que los caudillos saben manejar bien las maquinitas de contar votos. En tiempos de Franco, cuando se convocaba un referéndum salía más de un 90 por ciento de votos en favor del dictador, se decía que hasta los muertos votaban. En Venezuela otro dictador ha sabido manejar los recuentos a fin de que la oposición se quedara en la nada, no se autorizó la presencia de observadores internacionales en el proceso electoral. Triste democracia de partido único, igual que sucedió en España desde 1939 hasta la Constitución del 78.

Los regímenes totalitarios de Venezuela y Cuba han conseguido empobrecer a la población, establecer la precariedad en todos los elementos, ahogar la representación democrática, desoír la opinión de la mayoría de las naciones. A Putin y a los dirigentes de China les viene muy bien que las cosas continúen como están. A fin de cuentas a Donald Trump, a Putin y a los dirigentes chinos les conviene un modelo de sociedad que ahogue y desvalorice a la Unión Europea.