Memoria agradecida de Francisco y el nuevo Papa León XIV

El Papa León XIV llega a la residencia de Santa Marta en el Vaticano

Gracias a mi experiencia de misión que hice durante varios años en Ecuador y Perú, con mi trabajo como profesor e investigador universitario, he tenido el regalo y la alegría de estar con dos papas, Francisco y el recientemente elegido León XIV.

 Dos veces pude encontrarme con Francisco: una en mi misión en Ecuador, cuando era profesor e investigador de su Pontificia Universidad Católica; y otra ya en Roma, donde le fui a hacer entrega de un libro que escribí sobre su enseñanza, obra y testimonio, por la que este papa me hizo llegar una afectuosa carta de agradecimiento, para mi profundo gozo, que guardo como un recuerdo muy sentido.

Sí, con la Gracia de Dios, en mi docencia e investigación universitaria he tratado de estudiar e investigar su legado con numerosas publicaciones, artículos, libros… Y, de esta forma, intentar transmitir su magisterio, mensaje y herencia, con su coherencia y veracidad, más allá de ideologías, ideologizaciones e ignorancias. Esperamos seguir con todo este trabajo docente e investigador, en su memoria y agradecimiento. Gracias a Dios y a él, siempre con nosotros en la comunión de los santos.

Asimismo, la Providencia de Dios ha querido que el nuevo Papa, aunque nacido en EE UU, tenga nacionalidad peruana y por motivos de dicha misión, junto a mi trabajo de docencia e investigación universitaria, le conociera allí, tuviera una entrevista personal con él…, en la que fuera su Diócesis de Chiclayo, en Perú, donde he colaborado en la formación con diversas actividades.

 Por lo que le traté, me transmitió y tengo conocimiento, pienso que el nuevo papa proseguirá el legado de Francisco que, en continuidad con sus predecesores, trató de seguir con la recepción y puesta en práctica del Concilio Vaticano II. León XIV le tiene mucho afecto al papa Francisco, quien le nombró obispo y lo llamó a trabajar al Vaticano, donde ha ocupado distintas responsabilidades debido a su excelente formación, cultura y talento. Más, todo ello, teniendo en cuenta la profunda experiencia que ambos papas comparten de América Latina, del sur empobrecido, de las periferias existenciales.

De esta forma, pues, creo que podemos esperar del reciente elegido sucesor de Pedro: una persona apasionada por el Dios, que se revela en Jesucristo, por la Iglesia, por los pueblos y los pobres; desarrollando así la más auténtica historia y espiritualidad de la Iglesia que, asimismo como religioso agustino, León XIV conoce bien.

 

Este papa continuará con esa conversión misionera y pastoral que Francisco tanto alentó junto a sus predecesores, una Iglesia en salida hacia estas periferias, con olor a pueblo. Una Iglesia sinodal, caminando todos juntos en la historia de la salvación, Iglesia pobre con los pobres, transmitiendo y testimoniando la fe, el kerygma, la verdad, la cultura, la paz, la justicia con los pobres y la ecología integral; con esa defensa de toda vida y dignidad de las personas, de las familias, de los pueblos, de las víctimas y los pobres de la tierra.

De hecho, en sus primeros pasos como papa ya se le ve esa primacía tan agustiniana de la Gracia del amor de Dios, de su misericordia compasiva, de los afectos, del corazón. Y que lleva a la sensibilidad con los movimientos populares, de trabajadores, mujeres, indígenas, juveniles, etc.

 Un papa con este nombre de León XIV se puede prever que siga ahondando la fe al encuentro y encarnación en la realidad, como es la denominada doctrina social de la Iglesia (DSI) que el mismo León XIII inauguró con su histórica encíclica Rerum novarum. Realmente, ahora más que nunca, la humanidad y el mundo necesitan de todo este humanismo espiritual, ético, social e integral como nos comunica la DSI.

 León XIV, por tanto, se nos presenta como el sucesor de Pedro que guardará y actualizará la fe, la caridad-amor y la esperanza en esta realidad humana e histórica que tanto anhela el sentido y la felicidad de la vida, la alegría del Evangelio con su espiritualidad, la trascendencia y la belleza de la eternidad, del cielo nuevo y tierra nueva (Ap 21, 1-8).

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