Hoy, mientras el mundo celebra el Día de la Amistad, me detengo a pensar en esas personas que no llevan tu sangre pero sí tu esencia. Esas que aparecen en los recuerdos más dulces y en las tormentas más inesperadas, con un mensaje oportuno, un café compartido o un silencio que lo dice todo. Las amigas del alma.
¿Recuerdas esa risa que te ha salvado de días grises? ¿Esa llamada a medianoche donde no hacían falta palabras? Las amigas verdaderas son eso: el hogar que eliges, los brazos que te sostienen cuando el mundo tambalea y las cómplices de tus pequeños rituales cotidianos. Las que celebran tus logros como propios y te recuerdan, con un abrazo o una mirada, que nunca estás sola.
En Gran Canaria, donde el mar besa la tierra y las montañas abrazan el cielo, hay algo que resuena con la esencia de esta amistad pura: la constancia de un paisaje que siempre te espera, como ellas. Porque las amigas del alma son como el Roque Nublo—firmes, eternas—o como la brisa de Tejeda, que llega justo cuando necesitas ser acariciada por la vida.
No importa si la distancia o el tiempo se interponen. Una de esas amistades no se mide en kilómetros ni en años, sino en latidos compartidos. Basta un mensaje, una canción que os recuerde a ambas, o el simple consuelo de saber que, en algún lugar, alguien guarda un pedacito de tu historia con amor.
Hoy, en este día que huele a complicidad y gratitud, te invito a hacer algo: llama a esa amiga que es tu raíz y tu vuelo. Dile gracias por ser tu «familia elegida», por reírse de tus tonterías y llorar tus duelos como si fueran suyos. Porque la vida, con sus caminos impredecibles, es más ligera cuando se lleva de la mano de quienes entienden tu alma sin explicaciones.
Feliz Día de la Amistad, especialmente a esas amigas que convierten lo ordinario en extraordinario.