La humanidad de los servidores públicos

En el día a día de nuestras administraciones trabajan personas que demuestran que el servicio público no es únicamente un empleo, sino una auténtica vocación. Su dedicación, compromiso y humanidad son el verdadero motor que mantiene en funcionamiento nuestras instituciones y que permite que la ciudadanía confíe en ellas.

Detrás de cada mostrador, de cada aula, de cada despacho o de cada centro de salud, hay profesionales que, con esfuerzo y discreción, hacen posible que los servicios públicos lleguen a todos. Desde el conserje que abre las puertas cada mañana, hasta el técnico, el médico, el profesor o el personal administrativo que atiende con paciencia a quien busca una respuesta, todos forman parte de un engranaje esencial para la sociedad.

La formación, la preparación y la responsabilidad son pilares fundamentales de su trabajo, pero hay algo que vale tanto o más, me refiero a la humanidad y la vocación de servicio con la que las personas desempeñan su trabajo. De poco serviría el conocimiento si, al atender al ciudadano, no se transmite cercanía, empatía y respeto.

Quien acude a una administración pública muchas veces lo hace con dudas, preocupaciones, incluso angustia, siempre con la esperanza de encontrar a alguien que le escuche y le ayude. Esa actitud atenta, ese “no se preocupe, vamos a solucionarlo” marca sin duda la diferencia y devuelve la confianza en el prójimo, en la comunidad.

 

En ocasiones, el ciudadano, ya sea por su escasa formación, por desconocimiento o por una situación emocional complicada, necesita que el trabajador público vaya un paso más allá de sus funciones, que le ayude a cumplimentar un documento, que le oriente con paciencia o, incluso, que le ofrezca un apoyo moral ante la desesperación, la incertidumbre o la impotencia. Es en esos momentos cuando el verdadero espíritu del servicio público se hace visible.

Por supuesto, como en cualquier ámbito, existen casos aislados de indiferencia o falta de implicación que pueden empañar la imagen del conjunto. Sin embargo, generalizar sería injusto. Cada día hay más profesionales que entienden que su labor no consiste solo en cumplir un horario o seguir un procedimiento, sino en estar al servicio de las personas, con empatía, compromiso y calidad humana.

Ellos son quienes se quedan un poco más para resolver un problema, quienes explican con paciencia lo que otros no entienden, quienes realizan su labor con una sonrisa sincera. Son los que dan sentido al servicio público y hacen que la ciudadanía recupere la confianza en sus instituciones.

Porque, verdaderamente, la Administración no son los edificios ni los despachos, la conforman las personas. Y cuando ellas ponen el corazón en lo que hacen, todo funciona mejor.

El verdadero valor del servicio público está, sin duda, en las manos y en el corazón de quienes lo hacen posible.

Gracias a todos y cada uno de ustedes.

Juan Jiménez Suárez

Concejal de Vías, Obras e Infraestructuras del

Ayuntamiento de Santa María de Guía

 

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