Hace tanto tiempo que me fui, que no he encontrado a nadie conocido por las tranquilas calles. Llevo un buen rato sentado en las escaleras de la plaza de Santo Domingo viendo caras igual de desconocidas, que las que puedo encontrar en cualquier otra ciudad en la que haya vivido. He querido volver a La Palma a recordar mis años de juventud, y así intentar reencontrarme. ¡Llevo tanto tiempo perdido!
Como juventud buscaba, quise sentarme en esta plaza, al lado del centro donde aprendí muchas de las cosas que sé, creyendo que podría escuchar a las nuevas generaciones, no caí en la cuenta de que era sábado. Cansado de esperar, continué callejeando por el antiguo barrio de los artesanos, la luz de la calle me lleva a bajar por la de San Sebastián. Y es ahí donde me encuentra, esperándome, en la puerta de la antigua Casa del Portugués, el buzón que pide «Sólo Cartas de Amor», Posta del Condado de Velhoco.
Estuve un instante parado frente al buzón, sin saber si reírme de la ocurrencia o aplaudirla, para luego seguir mi camino. Un camino que, tras pasar delante del monumento a Félix Francisco Casanova, sin darme cuenta, me llevó a un colorido restaurante de la avenida Marítima. ¡Allí me decidí! En una de sus mesas, además de tomarme un café, escribí una carta de amor en servilletas de bar a Raquel Yanes, mi novia de juventud, a la que dejé para ver mundo.
Compré un sobre, y, tan rápido como pude volví a la casa del Portugués. No quería que me abandonara la romántica idea de enviarle a Raquel una carta por medio de la posta del condado. Antes de depositarla, miré a todos lados, me sentía ridículo, no quería que nadie viera a Eduardo Morera Perestelo hacer tal tontería. Y es así como, incomprensiblemente, escribí, y envié, una carta a mi pasado, en mi presente, para que me ayude a afrontar mi futuro.