Siempre se ha dicho que comer del fruto prohibido no se debe hacer, para así evitar herir al que «late» por ti.
Sin embargo, si se lo haces saber, lo comas o no, lo pienses o in – conscientemente lo sueñes, ya no sería un fruto prohibido sino un fruto con – sentido.
Cada uno es responsable de gestionar sus propias emociones como mejor le interese, le convenga o le «proteja», y si aceptamos y nos resignamos a vivir con lo «prestado», el derecho a quejarnos desaparece quedándose a un lado.
El fruto prohibido que atrae hacia lo escondido, si es compartido ya no será prohibido sino fruto con – sentido.