Mi admirado verano, hace una semana que rozas mi piel, te pido disculpas por no haberte dedicado unas palabras como «Dios manda» y te mereces desde que me viste nacer.
Un año más, llegaste sigiloso sin casi ni ruido hacer, pero ahora, una semana después de tu llegada a mi dulce y sencillo ser, te haces notar como el que más para no desaparecer.
Siempre me has gustado, siempre me has enamorado, porque sigiloso y tan ansiado siempre has llegado, para poderte disfrutar como una niña con zapatos a estrenar.
Desde jovencita tu calor ha inundado mi despertar, me has invitado a compartir bajo tu mirada noches y días sin descanso ni reparo.
Bajo tus rayos he conocido el amor y me he regocijado con la pasión, he bailado hasta verte aparecer para dormir hasta tu vuelta a esconder.
Me has sorprendido con un rocío en medio de la playa, mientras saboreaba un libro y un poco de agua salada.
Mi querido verano, solo espero poder continuar disfrutando de tus ardientes rayos, aunque si vienes acompañado de una ligera brisa con la que formas la pareja perfecta, seguiré amándote hasta que me muera