Ella lo amaba en silencio, como si del blanco y del negro se tratara, ambos contrarios pero totalmente complementarios.
Carmen era un encanto, además de inteligente, era hermosa, cariñosa, genuina y diferente.
Vivía en la sencilla y encantadora isla de La Graciosa, isla que la vio nacer, crecer, llorar, sonreír y vivir.
Solía viajar por el resto de las islas, acompañada o no de su gran amor. Éste vivía en la isla con forma de pato, llamada Tenerife.
Ocho islas, ocho encantos, a cuál más hermosa, original y misteriosa. Cada una de ellas con su propia historia, tradiciones, fiestas, vestimentas y personas. De ninguna nada malo podemos decir, porque todas tienen algo que ofrecer, regalar y hacer sentir.
Una redonda, otra ovalada y el resto formando figuras de lo más abstractas.
Cada una es la escultura de un fantástico museo, en medio de un infinito mar que nunca terminará.
Calles desiertas, calles llenas, con ventanas abiertas y puertas de par en par, que invitan a pasar para sus comidas degustar.
Ella, enamorada de su dulce cantar y saber estar. Él, enamorado de su belleza y carácter peculiar, cada uno diferente, pero que al hablar regalan paz y serenidad.
Ellos, cariñosamente son una muestra de NUESTRA GENTE.
FELIZ DÍA DE CANARIAS