Oí hablar por primera vez de Baltasar Espinosa Lorenzo (Gáldar, 1937) en la presentación del poemario ‘Cuaderno de campo’ del poeta y escritor galdense, premio Canarias de Literatura 2018, Ángel Sánchez. En la dedicatoria del libro rezaba ‘A Rosa María Martinón Corominas y Baltasar Espinosa, mis indeclinables referencias galdenses, con poética devoción”. Era el año 2016 y la que suscribe, reconoce con absoluta sinceridad, que no tenía ni la más mínima idea de quién era Espinosa.
Lo primero que hice fue hacerme con el último libro publicado del autor, una pequeña antología de poemas que lleva por título ‘Vida propia’. La obra , editada en 2011 de mano del también poeta Jorge Rodríguez Padrón, me dejó fascinada. Aquel breve poemario, de apenas cuarenta y dos poemas, me confirmaba que me encontraba frente a un voz potente e intensa que me hizo preguntarme cómo era posible que un poeta de este calibre, nacido en mi municipio, fuera casi un total desconocido para la gran mayoría de sus paisanos y apenas nombrado entre los referentes de la poesía canaria del último siglo.
Este interrogante golpeó mi cabeza con tanta fuerza que me motivó a iniciarme en una empresa que tenía como objetivo la recuperación de su obra para las personas que, como yo en ese momento, no la conocíamos, una motivación que fue in crescendo a medida que me adentraba en su poesía.
Entonces descubrí que Baltasar era el cuarto hijo del matrimonio formado por Baltasar Espinosa Perdomo, reconocido maestro en la Graduada Pública de Gáldar, hoy colegio Fernando Guanarteme, y de Juana Lorenzo Domínguez, también maestra de la Graduada, donde llegó a ser directora. La familia tenía su residencia en la calle Aljirofe donde un distintivo homenajea a su hermano mayor el pianista y musicólogo Pedro Espinosa, hijo predilecto de Gáldar.
Tras terminar sus estudios de musicología en el Conservatorio Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife, marchó a Madrid para culminar su formación en el Real Conservatorio Superior de Música, y posteriormente, a París y a Wuppertal (Alemania), regresando finalmente a la capital española, donde fijó su residencia. Allí ejerció como pianista, entre otros trabajos, en la Selección Española de Gimnasia Rítmica y en la escuela de música en Molina de Aragón (Guadalajara). Sin embargo, nunca dejó su actividad vinculada a la creación poética ya que continuó publicando y colaborando en diversas revistas literarias y culturales regionales, nacionales e internacionales, además de desarrollar una intensa actividad cultural que incluyó su participación en recitales de poesías en la Universidad Complutense y en el Ateneo de Madrid, junto a autores de la talla de Francisca Aguirre, Félix Grande, Francisco Brines o José Hierro, entre otros conocidos poetas.
Su presencia en diversas antologías de los años 60 dan fe de que, entre los escritores contemporáneos, contaba con un amplio reconocimiento. De hecho, sus creaciones forman parte de diversas antologías como Poesía Canaria Última (1966), Poesía canaria (1969), coordinada por el poeta y ensayista Lázaro Santana, o Poesía Canaria Viva (1969), así como en la antología Versos para Antonio Machado, homenaje al poeta sevillano, publicada en 1962 por Ediciones El Ruedo, donde compartió letras con grandes de la poesía española como Rafael Alberti, Blas de Otero, Gabriel Celaya y Gloria Fuertes, entre otros.
Así pues, una no puede más que preguntarse qué sucedió para que Espinosa no fuera más conocido en el panorama literario canario, qué sucedió para este olvido. Me temo que sucedió el peso de la distancia, el horror del silencio y también, cómo no decirlo, el escaso interés del poeta por dar conocer su obra en su última época vital.
Sin lugar a dudas, el caso de Espinosa no es único. En la historia de la literatura canaria existen muchos casos de voces poéticas, silenciadas o directamente, olvidadas y ninguneadas, casos que se elevan de forma exponencial cuando nos referimos a mujeres escritoras y poetas.
Soy de la absoluta convicción de que reconocer a nuestras creadoras y creadores, dar a conocer su obra, su legado, nos ennoblece a todos como sociedad, como colectivo, como pueblo. Esa convicción me llevó a embarcarme en un trabajo de recuperación de su obra que ha culminado en la publicación del libro Baltasar Espinosa. Obras completas (1962-2011), prologado por Ángel Sánchez y editado por Mercurio Editorial. La obra aúna en un solo volumen todas sus obras publicadas y un buen número de poemas inéditos.
Tengo que decir que en dos ocasiones charlé brevemente con el poeta con el fin de intentar cerrar sendas entrevistas en su lugar de residencia, sin embargo, llegué tarde. Un dos de abril de 2018, Baltasar Espinosa Lorenzo fallecía a escasos días de cumplir los 81 años de edad.
Me entristeció entonces, y me sigue entristeciendo ahora enfrentarme a la certeza de que con Baltasar Espinosa Lorenzo he llegado, -hemos llegado-, tarde. Sin embargo, estoy plenamente convencida de que su obra, su legado poético, tiene mucho que aportar a la literatura española del siglo XX y XXI.
Debemos reconocer su obra como ilustre galdense, una labor que se ha iniciado con diferentes iniciativas como la exposición ‘YO’, una muestra pictórica-literaria impulsada por la Academia de Dibujo y Pintura Josefa Medina en colaboración con la Asociación de Escritoras y Escritores Palabra y Verso y la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Gáldar, dedicada a la obra y persona de Espinosa, y con la entrega de un reconocimiento en el marco del Encuentro de Letras y Versos del Atlántico Gáldar en el año 2019.
Sería de esperar que este camino iniciado sea el principio de un largo recorrido tanto desde el ámbito institucional municipal como desde el regional, en pos del reconocimiento de este hijo galdense porque la poesía lo merece, porque su voz poética lo merece, porque las personas amantes de la poesía lo merecen y, sobre todo, porque el pueblo que le vio nacer, Gáldar, nuestra Agáldar, merece saber de su existencia y transcendencia dentro de la literatura canaria, nacional e internacional.