Hace un año y medio aproximadamente, apareció un nuevo atuendo en nuestra vestimenta.
En un primer momento, nos pilló por sorpresa, pero poco a poco, comenzó a formar parte de nuestra elección diaria de ropa, para lucirla con sutileza.
Nos quejábamos que no respirábamos bien, que nos cansábamos al caminar, nos cubrió la boca y la sonrisa, obligándonos a comunicarnos con una mirada, un guiño de ojo o una levantada de ceja suave y concisa.
Cuando salíamos a comprar, podíamos observar en los escaparates mascarillas de todo tipo, con lunares, rayas, lisas, de colores o incluso “tuneadas”. Podíamos elegir aquella que más nos gustara, para ir combinados con la ropa diaria.
Al principio, escasearon en tiendas y en farmacias, por lo que amigos y familiares nos las enviaban por correo para así, evitar que nos atacara el nuevo virus, imprevisible y derrotero. Comenzamos a hacérnoslas a mano, con todo tipo de talaje y de bordados.
Se convirtieron en motivo de regalo, a juego con su bolsita, para no ir desentonados.
Hoy 26 de junio del 2021, ya pudiendo lucir sonrisa, alegría y una cara de locura, aún a algunos les podrá costar quitarse este novedoso complemento que, en un primer momento, nos sonó a película de miedo.
Sin embargo, sigamos protegiéndonos con cuidado y con esmero.