El molino que no dormía

Aquel desierto parecía un desierto de molinos abandonados. Nadie recordaba el momento en el que dejaron de girar y fueron apartados allí, pero lo que sí sabían es que, cada noche, justo antes de que el sol diera la bienvenida a un nuevo día, uno de ellos comenzaba a crujir intentando mover sus aspas ya oxidadas.

En el pueblo todos decían que justo allí, junto al viejo molino que intentaba volver a la vida, fue donde desapareció Olivia. La policía le dijo a sus padres que habían encontrado su bicicleta roja apoyada junto a la que una vez fue la puerta de entrada, pero dentro no encontraron ningún rastro de ella. Tampoco había marcas de lucha o señales que indicaran un intento de huída.

Lo único que quedaba de ella era aquella bicicleta roja… y el eco del susurro de su nombre en las noches de luna llena.

Pese a su trágica desaparición y los siguientes días de ajetreo con tantas idas y venidas de medios de comunicación, el pueblo se acostumbró a vivir con su ausencia e, incluso, comenzaron a sentirse cómodo ante los extraños susurros que de allí procedían de vez en cuando. Hasta que una noche, un grupo de jovenes atrevidos, decidieron invocar a su espíritu y documentarlo para subirlo a las redes.

“No puedo salir. No me dejéis sola.”

Aquellas palabras se quedaron grabadas a fuego en la mente, el alma y el corazón de todos los habitantes del pueblo que, aún hoy, lloran la pérdida de Olivia y se niegan a pasar cerca de aquel viejo molino durante las noches de luna llena.

Compartir esta noticia: