Samhain vs Halloween: cuando lo ancestral se disfraza de moderno

Cada 31 de octubre, el mundo se llena de calabazas talladas, luces parpadeantes y risas disfrazadas que recorren las calles en busca de dulces. Sin embargo, bajo ese velo de colores y máscaras, se esconde una historia mucho más antigua y profunda: la del Samhain, el festival celta que marcaba el final del verano y el comienzo de la mitad oscura del año.

Para los antiguos pueblos de Europa, esta fecha no era motivo de miedo, sino de respeto. Representaba el cierre del ciclo agrícola y la celebración de los antepasados. Creían que durante esas noches el velo entre el mundo de los vivos y el de los muertos se hacía más delgado, permitiendo el encuentro entre ambos planos. No había trucos ni tratos, sino fuego, silencio y gratitud. Se encendían hogueras para guiar a las almas errantes y se dejaban alimentos como ofrenda, en señal de amor y recuerdo.

Con la expansión del cristianismo, el Samhain fue transformándose en la víspera del Día de Todos los Santos, conocida como All Hallows’ Eve, de donde deriva el actual Halloween. Las costumbres celtas se mezclaron con nuevas creencias: las almas de los difuntos dieron paso a santos y mártires; las hogueras, a velas encendidas en los cementerios. Y con el paso de los siglos, sobre todo tras su llegada a Estados Unidos, la celebración cambió de rostro. La espiritualidad cedió espacio al entretenimiento, la introspección al espectáculo.

Hoy, mientras millones de personas celebran Halloween con disfraces y calabazas, otros intentan reconectar con el sentido original del Samhain: un tiempo para honrar la muerte como parte de la vida, para hacer balance y liberar lo que ya no debe acompañarnos en el nuevo ciclo. En la tradición celta, este momento marcaba también un renacimiento interior, una oportunidad para escuchar las voces que el ruido del mundo suele acallar.

En Canarias, aunque Halloween ha ganado popularidad, aún resuenan los ecos de nuestras propias tradiciones. La Noche de los Difuntos, los ranchos de ánimas o las ofrendas a los cementerios son recordatorios de que también aquí el tránsito entre los mundos se vivía con respeto y recogimiento. No había máscaras, sino silencio; no había miedo, sino conexión.

Quizá la clave no sea elegir entre Samhain o Halloween, sino reconciliar ambos: permitir que el juego y la magia moderna convivan con la memoria ancestral que late bajo la tierra. Porque más allá de las modas, este sigue siendo un tiempo para mirar hacia adentro, encender nuestra propia luz y recordar que la vida y la muerte no son opuestos, sino un mismo camino con dos direcciones.

 

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