Un amor prohibido

Axel y Aroa se conocieron en una fiesta de verano a la que ninguno quería ir. Entre luces de colores, música de los 90 y cervezas sus miradas se cruzaron. Ninguno creía en el destino, sino más bien en las casualidades. Sin embargo, aquella noche había ocurrido algo. Sus ojos no podían dejar de buscarse, sonriendo cada vez que se encontraban. Lástima que Aroa fuese la novia de uno de sus mejores amigos.

Mario se sentía feliz, había conocido a una chica fantástica hacía un mes y hoy, se la presentaba a sus amigos en la fiesta. Axel trató de ignorar que Aroa era aquella chica, pero no podía dejar de mirarla.

Puede que el destino tuviese mucho que ver, pues la semana siguiente, la veía en todas partes: en el super haciendo la compra de la semana, en la biblioteca estudiando, en el gimnasio haciendo pesas, en la estación de metro…y en cada uno de esos encuentros casi clandestinos se fueron sintiendo cada vez más perdedores de aquella absurda batalla. Una sonrisa robada aquí, un tímido hola en la cafetería, una conversación demasiado larga allá, un beso robado en una esquina oscura…

Pasaron semanas encontrándose en secreto, disfrutando de lo que pensaban que acabaría en desastre, debatiéndose entre la lealtad a Mario y la pasión incontrolable que los invadía en cada encuentro; con el miedo a las críticas, pero las ganas locas de querer tocarse.

Pero ya era demasiado tarde. El terreno ya no era pantanoso, sino puro fango. Sentían amor cada vez que se miraban y lloraban desconsolados en cada despedida, por lo que decidieron hablar con Mario.

Pi pi pi pi, pi pi pi pi. Son las seis de la mañana y suena el despertador. Axel se levanta sudoroso en su casa de campo. La cabeza le da vueltas y siente la boca seca y la lengua pesada. Desorientado, trata de adaptar su vista a la claridad de la mañana y recordar lo que había hecho la noche anterior.

De repente recordó su nombre: Aroa. La chica más bonita de la fiesta. La novia de su amigo Mario.

Axel, confundido, se lava la cara pensando que, al menos por una noche, había sido el hombre más feliz del mundo. Se puso la ropa de deporte y salió a correr. Con suerte, el destino volvería a ponérsela en el camino. Y si no, esa noche volvería a soñar cómo sería su vida junto a ella.

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