LAS   PLAZAS    DE   GUÍA   DE   GRAN   CANARIA,   UN   CONJUNTO   URBANO VERSÁTIL Y DINÁMICO

Desde  su  origen,  Guía,  y   más  en  concreto,  sus  plazas,  han  sido  una construcción humana,  social y económica, en permanente  evolución. Hoy  en día nadie duda de  que este conjunto, máxima expresión del  espacio público, es un referente en el  cual los ciudadanos  se reconocen como miembros de  una comunidad y recrean su historia colectiva, a la vez  que impulsan el cambio  y la innovación, elementos esenciales en la ciudad. No es de  perogrullo afirmar que  las  plazas,  como  lugar, se  presentan   como  resumen,   como pasado, presente   y    futuro,    como   orgullo   y   símbolo   de    la  ciudad.   En   Guía, concretamente, la primera plaza, surge en el  siglo XVI gracias a la donación particular  de   una  parcela.  Su  destino  fue  acoger  el   mercado,  actividad comercial que  dio   carácter e  identidad  a  la entonces  villa. Dicho mercado agrario alcanzó tal dimensión e  importancia que fue necesario adquirir en la primera mitad del  siglo XIX una huerta colindante a la explanada de  la iglesia para  la ampliación del  mismo. Este es el  origen de  la actual plaza de  Luján Pérez o plaza Chica, como es conocida popularmente, que desde su origen, en 1835, pasó a denominarse Plaza del  Mercado. Pero fue durante el  siglo XIX cuando las plazas se convierten en soporte para múltiples actividades, transformándose,  además, en un espacio político, de  relación e  intercambios sociales.   Desde entonces, la historia de  estos espacios nos muestra un lugar que se comporta como un ente vivo  y complejo, producto de  una construcción social a través del  tiempo. Las plazas han sido, tradicionalmente, el espacio de la ciudad con mayor dinamismo y mejor adaptación a las modas y necesidades que ha demandado continuamente la población. Por eso, a lo largo del  tiempo, se ha mostrado siempre como un espacio dinámico y versátil, un lugar, como pocos en la historia urbana  de  Guía,  que concentra entre sus límites tantos éxitos y fracasos. Urbanísticos y estéticos.

De   este  modo,  la  incorporación  y  desaparición es  una  constante  en este espacio a través del  tiempo. De  modificaciones en sus alineaciones y rasantes, de  ampliaciones y reducciones en su superficie,  de  continuos cambios en los materiales que lo  conforman  o  en su paisaje vegetal. Personalmente creo que uno de  los espacios internos de  este conjunto que mejor ilustran y ejemplifican el   espíritu  y   la  identidad  de   este  lugar,  su  versatilidad,  este  rasgo  o característica de  cambio  y adaptación continua, es la pequeña plaza Anatoly Karpov. En  menos  de  un  siglo, este lugar ha acogido un  bellísimo pilar de cantería que fue  sustituido en 1926 por un templete o kiosko de  la música de reminiscencias arquitectónicas greco-latinas. El templete fue derruido en 1961 para  levantar  en  su  lugar  un  habitáculo  que  acogió en  su  interior una biblioteca municipal y en su forjado diversos usos siempre efímeros. Hasta que en 1992 se eliminó para despejar el espacio y dar forma a la pequeña y actual plaza   Anatoly    Karpov.   Cuatro    usos    distintos    con   cuatro    elementos arquitectónicos diferentes en apenas noventa años.  El resto de  plazas cuentan también en su historia reciente con una constante incorporación y eliminación de   mobiliario urbano  como balaustres  y  bancos que se instalan  y  luego se retiran  para  ser  sustituidos  por  otros  más  modernos y  funcionales.  O  la jardinería que ha  visto como las  araucarias,  mimosas, ombúes, livistonas, palmeras,  pándanos,  álamos  y   plátanos  de   sombra  que  se  plantaron  en tiempos  pretéritos,  fueron  talados  para  ser  reemplazados por los actuales ficus, dragos y flamboyanes.

A   través  de    una   lectura  histórica  del    lugar  se  extrae  un  aprendizaje fundamental  que debiera estar  presente en cualquier planteamiento que se haga sobre este espacio: es indudable que la identidad de  este conjunto se basa en su incuestionable condición de  espacio libre al servicio de  la ciudad, pero cuyos principales rasgos y valores a lo  largo del  tiempo los ha definido siempre su versatilidad, es decir, su histórica capacidad para adaptarse rápida y fácilmente  a las diferentes  funciones  y usos que ha demandado la sociedad. Esa  es  su  verdadera  identidad:  el   cambio  constante  y   necesario  de   su fisonomía, sin renunciar nunca a su uso y a su utilidad social.

Actualmente,  no  hay  discusión  alguna  en  la  percepción que  se  tiene del conjunto de  las Plazas como un espacio urbano peculiar que ha perdido su condición de  centro neurálgico de  la ciudad para ocupar un lugar irrelevante en la misma. Quizás las causas sean el  excesivo protagonismo  del  coche, la competencia de  nuevos espacios libres creados por la expansión de  la ciudad y los cambios en los hábitos sociales de  los ciudadanos.  Por eso hay que actuar en  las  plazas,  para  propiciar la  recuperación  del   atractivo  que  tuvo  este histórico espacio público de  la ciudad.

Sin embargo, ha  surgido una  reciente discrepancia en cuanto a la escala, forma   e   intensidad  de   las  intervenciones  necesarias  para  recuperar  su importancia, su atractivo y su histórica condición de  centralidad urbanística y social.

En este sentido, debemos de  recordar que la propuesta ganadora del  concurso de  ideas, que no era vinculante, y  que convocó el  ayuntamiento dentro del proceso participativo, generó muchas  ilusiones entre  la ciudadanía  ya que aunaba   numerosas   proposiciones  surgidas   en   los  diversos  encuentros realizados.  Y  porque ponía de   relieve las  posibilidades  que  tiene  el  actual conjunto de  plazas para integrar y  mejorar su accesibilidad y  movilidad, la creación de  espacios de  diversidad, de  seguridad y de  vitalidad urbana.  Sin embargo, un  colectivo ciudadano  ha  reaccionado contra  dicha  propuesta calificándola  literalmente  de   atentado  urbanístico  que  viola y  destroza  la identidad y el  valor histórico del  lugar. Este colectivo se inclina abiertamente por la conservación íntegra del  conjunto, evitando cualquier reforma o remodelación  “ya  que  es  primordial  para  nuestra  economía que  sigamos manteniendo las plazas tal y como están a día hoy” (sic).

Esta disparidad de  visiones en cuanto a una intervención en el  corazón del conjunto  histórico no es nueva porque la planificación  urbana  tiene, desde hace  décadas,  dificultades   para  adaptar   los  paisajes  del    pasado  a  las necesidades del  presente. Y sucede prácticamente  en todos los lugares que cuentan  con valores históricos,  arquitectónicos  o  artísticos.  Nadie, a  estas alturas, puede negar que el paisaje cultural heredado es una realidad urbana dinámica donde los problemas de  reorganización interna, ya sean de  reforma, renovación, protección o recuperación, han estado siempre presentes. Por ello, no existe una vía única de  intervención en los centros históricos, primando en unos    casos    planteamientos    conservacionistas    y,   en   otros,   posturas enmarcadas en estrategias de  recuperación de  naturaleza más integral e intervencionista. Pero siempre dentro de  la más estricta legalidad. Por lo tanto, este choque de  planteamientos diametralmente opuestos, no solo es normal. Es el  esperado. Y hasta  saludable. Sin embargo, muchos se preguntan qué pasará  si  la  propuesta  ganadora  del   concurso  de   ideas  evoluciona a un proyecto básico que respete íntegramente la legalidad vigente (como  no podría ser de  otra manera), y conserve alineaciones y rasantes y todos los elementos singulares urbanos que la normativa de  aplicación contempla y exige.

En la vida de  una ciudad, en cuanto realidad viva y dinámica, las plazas han sido siempre  un  reflejo de  la diversidad y la complejidad urbana y social, pero también  de   la  calidad  de   vida  de   su habitantes. Yo  solo espero  que  esta diversidad  de   pensamientos  en  cuanto  a  qué  hacer  con  este  conjunto, evolucione a un debate cívico, técnico y político, que nos permita a todos los interesados aprender a escuchar el  territorio  y  a cómo actuar  en el  lugar. Porque la ciudad que entre todos construimos no es el problema. La ciudad es la solución.

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