El mejor amigo del hombre

En medio de una saludable caminata mañanera tomó forma este escrito :

Partiendo de la base, bastante lógica por otro lado, de que no se puede contentar a todo el mundo, yo aduzco, alego y esgrimo, eso sí, siempre bajo mi sello personal de la sencillez y de la bondad… que me estoy acostumbrado a soñar despierto y a sentir unas ganas irrefrenables de querér compartir…

Echando mano de mi inquieta imaginación y de algún recuerdo semi olvidado por los rincones del hipocampo, he podido constatar que soy ciertamente una persona que siempre trata de diluir el conflicto o el enfrentamiento, pues me incomoda sobremanera cualquier tipo de violencia. En este sentido llama mi atención el hecho de que hoy en día se esté más sensibilizado con el maltratato animal que con la barbarie de la condición humana. Percibo como una especie de violencia gratuita se ha instalado en nuestra sociedad en casi todos los ámbitos, por ello soy partidario de ir hacia la luz de la consciencia y de la concordia, de apreciar y valorar todo el potencial que poseemos y lo que somos, partidario de abrir puertas y ventanas, de recorrer los caminos y los atajos del conocimiento interior, convencido de no querer perderme entre disputas dialécticas o falsas expectativas.

En muchas ocasiones nos adelantamos a los problemas y dejamos que la incertidumbre haga su destructor trabajo, comprobando luego, llegado el momento y en la mayoría de los casos, como el desenlace final no justificaba nuestra dañina aprensión.

Hay decisiones que acaban siendo errores, errores que enriquecen la experiencia, experiencia que hace madurar a la gente, y hay gente que no aprende y que vuelve a tropezar con la misma piedra.

El hecho objetivo de padecer la enfermedad neurodegenerativa de Parkinson ha supuesto que me ponga las pilas y que en consecuencia decida disfrutar plenamente de este viaje tan magnífico, aterrador, ridículo y sorprendente que es la vida…

Quiero pensar que realmente no hay personas buenas y personas malas, quiero pensar que en realidad hay personas con más suerte o que las hay con menos suerte, porque soy de la opinión de que NO deberíamos dejar de creer en el ser humano y en el poder del AMOR, a pesar de tanta maldad, de tanta inquina, de tanto prejuicio y de tanto sufrimiento… Los invito a que hagan la siguiente reflexión :
Pensemos por un momento en esos pobres perros amarrados a la sumisión y a la desidia, atestados de infinidad de pulgas, de garrapatas, de impertinentes moscas y mosquitos, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, durante todos los años de su vida… Soportando estoicamente el frio silencioso y estremecedor, el calor más asfixiante, la lluvia más torrencial, las impetuosas tormentas acompañadas de aparato eléctrico… llamense truenos, rayos o relámpagos¡ padeciendo además el infierno de los atronadores voladores en los distintos festejos… Luchando minuto tras minuto contra el más soporífero de los aburrimientos. En muchas ocasiones en un estado lamentable de higiene y abandono.
Y sin embargo y a pesar de todo ello, podemos comprobar y constatar el hecho de que cuando ven venir a sus dueños o a alguna persona que les resulta conocida, siempre les reciben con emotividad y efusión… ¡Realmente maravilloso!. Pienso que son animales que se guían por el instinto y por su principal objetivo, que no es otro que el de “la comida”. Creo que además suelen ser muy prácticos y saborean el aquí y el ahora… Por regla general son animales de buena voluntad y sabedores de que les compensa creer, siempre que las circunstancias lo permitan, en el ser humano, sin rencores, ni reproches y hasta sus últimas consecuencias…

Entonces ¿porque “carajo” no lo vamos a lograr nosotros? poniendo de nuestra parte, con la lucidez de la certeza, con el pensamiento más compasivo y conciliador… deberíamos tratar a los demás, tal y como nos gustaría que nos tratasen a nosotros mismos… pero si estamos dados a la cólera o entregados a la furia, no podremos saborear la verdad que existe y que prevalece en nuestros razonamientos y en nuestras acciones, no podremos superar las adversidades sin entrar en conflicto con nuestra ética y nuestro ” yo “, si rezumamos odio o sed de venganza, estaremos dificultando la cristalización del espíritu verdadero y purificador…

Hay que lamerse las heridas e intentar reparar el daño que nos hayan causado, encontrando consuelo en nuestras propias palabras, en nuestro amor por la vida, en nuestro amor por nosotros mismos y en nuestro amor por los demás…

Cuando un problema se ha enquistado o se padece la adicción al egoismo, deberíamos aprender a domesticar el uso de la razón, marcándonos además pautas a seguir para alejarnos poco a poco de la ira, del resentimiento y de la amargura.

Probablemente estemos viviendo en la “era” del desasosiego y tengamos demasiado a menudo la sensación de que la “nada” lo invade todo, y que para cuando caminamos hacia el otoño existencial, subyacen viejas heridas del subconsciente que habría que tratar, por lo que tendríamos que cultivar más que nunca muchas dosis de tolerancia, de comprensión y de empatia, porque uno mismo es su mejor refugio y su mejor aliado, así púes desarrollando un juicio ecuánime y objetivo, nos estaremos alejando de una visión falseada de la realidad y de los acontecimientos…
” ninguna lámpara guarda la luz para si misma”

La gente mayor acumula más demanda de seguridad, más temores, más avidez y animadversión, más ansiedad, más miedo y más sentimiento de soledad. Pero a su vez resulta obvio que la experiencia si no es a la luz de la consciencia y del discernimiento no enseña.

Para evitar atascos mentales hay que procurar tener en plena forma los músculos de la ” psique”.
Por otro lado en algunas ocasiones, pareciera o pareciese, que el sentido común es el menos común de los sentidos y acabamos teniendo esa extraña sensación de que el pasado no se aleja demasiado o de que el mismísimo rencor realmente no está tan ajeno ni tan lejano…

Así púes, recapacitemos mientras al otro lado de la luna se está poniendo el sol, conociendo mejor nuestro potencial interior… y sin más preámbulos, recojo mis bártulos y me retiro a oír el murmullo de la ILUSIÓN…
QUÉ ASÍ SEA…

GUILLERMO SÁNCHEZ