N° 47. “SANTIAGUITO EL BODEGUERO Y UN CLIENTE DE MECHA”

La tienda-bar-bodega de Santiago Gil, situada a la entrada de Guía, junto al Siete, era conocida por todo el noroeste de Gran Canaria como la tienda o la bodega de “Santiaguito el Bodeguero”. Allí podías comprar todo tipo de alimentación, de productos de limpieza y útiles del campo, además de lo propio de una bodega en nuestra isla: Un buen vino del monte. Pero también había un queso de flor y de media flor exquisitos. Para tener la doble función y poder despachar copas, tenía un reservado que estaba situado a la izquierda entrando. Este rinconcito también tenía acceso directo desde la calle Médico Estévez. 

Aparte de sus productos este establecimiento era también conocido por la propia personalidad de Santiaguito. Era un hombre serio y de mucha personalidad y sin embargo amigo de gastar algunas bromas y de echarse algunos chascarrillos. Era de esas personas que a veces hacían reír pero que nadie se reía de ellas. 

Yo le conocí siendo muy jovencito y aún le recuerdo. Me dijo en una ocasión mi profesor de timple, Antonio Mireles, que Santiaguito tocaba muy bien la guitarra. Y en momentos en que no había clientes en la tienda, bien estando solo o acompañado de algún amigo, le gustaba ponerse a tocar, pues siempre tenía la guitarra a mano. 

Yo era entonces y sigo siendo muy amigo de su hijo Santiago, más conocido por Chago, pues fuimos compañeros de estudios, y además le visitaba con relativa frecuencia en la misma tienda-bar que heredó, pues soy un enamorado del queso de flor y del buen vino. Chago es un gran conocedor del queso de flor, y de él aprendí todo lo que sé de este producto nuestro. 

Me decía Chago en una de mis frecuentes visitas, que él y algún que otro amigo como Domingo Jorge, estaban haciendo gestiones con el Ayuntamiento de Guía para que solicitaran la denominación de origen de nuestro queso de flor con el nombre de “Queso de flor de Guia”. Afortunadamente ya se ha conseguido. 

Es preciso aclarar que estos quesos de flor también se hacen en los altos de Moya y de Gáldar, pues en toda esa zona la calidad de la leche es única, debido a lo que comen los animales, sobre todo el caracolillo. Este tipo de alimentación se da entre los meses de febrero a junio/julio, que es cuando los artesanos hacen el queso de flor de mayor calidad. Si se hacen fuera de estas fechas la calidad disminuye. 

También fueron ellos, según me dijo Chago, los que promovieron con el Ayuntamiento la celebración anual de la fiesta del Queso, que se celebra en Montaña Alta y en la ciudad de Guia. 

A veces Chago, que es un buen conversador, me llego a relatar algunas anécdotas de su padre como protagonista. Hoy les voy a contar una que a mí me resulta muy graciosa. 

ANÉCDOTA: En aquella época, frente a la fachada principal de la iglesia de Guía, se celebraban todos los Domingos por la mañana un mercadillo en donde venían los propios agricultores a exponer y vender sus productos. Venían de todas partes de nuestros campos y era el mejor mercadillo agrícola de toda la zona noroeste. 

Me viene a la memoria una señora bastante mayor que se ponía siempre al borde de la plaza chica, junto a la dulcería de Blas Pérez, con una bañadera de chochos, que por una perra nos ponía un buen puñado con un poco de sal gorda en una hoja de ñamera que estaban buenísimos. Eso se los puedo asegurar porque después de oír misa yo siempre los compraba. 

Les decía que en la tienda de Santiaguito se podía comprar casi cualquier cosa, así que los campesinos aprovechaban la visita al pueblo para comprar lo que les hiciera falta. 

Pues uno de esos Domingos, estaba Santiaguito conversando con un amigo, sentados en un extremo de la tienda por fuera del mostrador, cuando entra, casi corriendo, uno de esos campesinos que habían venido al mercadillo y a voz en grito, sin haber visto siquiera donde estaba Santiaguito, le pregunta: “Santiaguito tiene mecha”. Y Santiaguito, que esa mañana tenía ganas a coñás, le contesta: “Pero hombre de Dios, esa no son maneras de entrar en un establecimiento, corriendo y dando gritos”. El pobre hombre se quedo todo cortado sin saber qué decir. Y continúa Santiaguito: “Vamos a ver buen hombre porque no sale a la calle y empieza de nuevo?”. El campesino, todo colorado por la vergüenza, se da la vuelta y se pone en la acera. Espera unos segundos para tranquilizarse y con el cachorro en la mano entra de nuevo en la tienda muy despacio y dice en un tono de voz grave y pausado: “Buenos días Santiaguito y la compaña, me podría decir si tiene mecha”. Santiaguito con esa media sonrisa socarrona y con cierto regocijo le dice: “Usted ve que diferencia. Ha entrado usted cómo hay que entrar en un establecimiento, dando en primer lugar las buenas horas y a continuación, de una manera educada, ha preguntado usted si tengo mecha”. Supongo que la mecha será para el mechero. Pues si, tengo mecha y de la mejor; ahora dígame: qué cantidad quiere?. El campesino se le queda mirando con el virginio en los labios, y también medio sonriendo va y le contesta: “P’os sabe que le digo Santiaguito, que se la meta en el culo”. Dio media vuelta y desapareció camino al mercadillo donde le esperaba su mujer y el chiquillo que ya habían recogido los atriles. Montaron en los mulos y salieron camino a su casa en Piedra Molino, al tiempo que se decía satisfecho: “entodavía tengo mecha p’a unos días”. 

Santiaguito y el amigo fueron a reventarse de la risa. A las pocas horas ya lo sabia todo el pueblo. 

Oh, pues esta vez Santiaguito pinchó en hueso, decían algunos.