Las cosas no tienen mucha explicación. Pero el todavía presidente, señor Sánchez, ha dicho en una televisión que ha podido cometer errores como cualquier humano pero garantiza que no es corrupto. Si miramos en nuestro entorno insular no son muchos los integrantes del mundo de la política que se hayan librado de pasar por los tribunales, en una gran variedad de situaciones. Muchos han sido acusados, investigados, finalmente absueltos. En el mundo religioso los incorruptos y las incorruptas suelen tener derecho a ser declarados santos.

La política genera muchos reveses. Por ejemplo: Carmen Hernández, hasta hace poco la alcaldesa de Telde, ha padecido un descalabro en las elecciones de su municipio. Y particularmente me parece que es una mujer con imagen de integridad. Pero debe ser que miles de ciudadanos no opinan igual, porque el voto popular ha ido a las antípodas de lo que ella representa. Como la suya fue una alcaldía compartida, dos años para uno y dos años para otro, tal vez no tuvo tiempo para explicar adecuadamente las medidas que pensaba tomar.

La política es cíclica. Durante muchos años un mismo partido estuvo en el gobierno regional. Ahora las cosas se repiten, porque, aunque el primero haya obtenido más votos, siempre bastará con que el segundo y el tercero tengan ganada la partida en cuanto se cierran los colegios electorales. Y seguimos viendo que hay políticos y altos personajes investigados antes o después por acciones u omisiones que el paso del tiempo va borrando, y al final todo ese entramado de presuntas corrupciones se olvida. Uno de los pocos políticos que admiro es Antonio Morales, el hombre de Agüimes, porque siguió siendo honrado cuando subió a un plano superior de la gestión, afable y pegado a la calle. También admiré en su momento a Pedro Lezcano, porque cuando lo hicieron presidente del Cabildo sufrió enormemente ante las peticiones que le hacían y que no podía resolver: una casa, adelantar una operación quirúrgica en la Seguridad Social, un trabajo, etcétera. Y admiro a Sergio Rodríguez, alcalde de El Paso y ahora presidente del Cabildo porque supo gestionar el volcán mejor que sus colegas.

Con los años que tengo, 73, van desapareciendo los amigos más queridos. Ahora ha sido Antonio Abdo, quien, junto con su mujer Pilar Rey, fueron los impulsores de la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma. Ambos fueron personajes de una generosidad sin límites, a ellos se debió la convocatoria del premio Félix Francisco Casanova de poesía y narrativa para jóvenes autores. Y en las primeras ediciones, cuando todavía no les apoyaban las instituciones, pusieron dinero de sus bolsillos para que fueran publicados los textos ganadores.

Fueron animadores del Día de los Indianos, la principal fiesta carnavalera. Presentaban libros, exposiciones de arte, actos culturales y ciudadanos. Siempre estaban dispuestos a ayudar a todo el que se lo pidiera. Más de una vez fuimos testigos de cómo, al estar muy enferma, la llevaba en brazos para acceder a su vivienda, un tercer piso sin ascensor.

De padre libanés y madre canaria, nació en Los Realejos hace 86 años. Fue poeta, actor, productor, guionista, director de teatro. Como actor recordamos sus intervenciones en el los festivales de teatro de Agüimes que dirigía Antonio Lozano, donde tanto él como Pilar dejaron muestras de su oficio.

               Ha tenido una larga vida y en ella fue el celoso guardián de la salud de su mujer, que logró superar enfermedades casi incurables. Alguna vez tomamos copas en su refugio de Mirca. Y ella fue una radiofonista de La Voz de La Palma, aquella emisora que apenas se podía oír en el valle de Aridane pero sí llegaba bien al norte de Tenerife, El Hierro y La Gomera. Ellos dos hacían de todo, y el amor los atrapó un día, y los arraigó en La Palma.