En medio de la toponimia de Guía, surgen hitos, edificios, árboles, etc. que comienzan a darle nombre a un sitio “El Fisco”, “El Molino”, “El Tractor”. Uno de ellos que se gana por méritos evidentes la nominación de su lugar de localización es la VILLA MELPÓMENE. Un nombre que desde la niñez, que escrito en aquella pared, nos llenaba de respeto al pasar junto a esa “misteriosa” y gran casa en nuestras correrías al Río o a Llanos de Parras.
Hace pocos días el amigo Santiago Gil, lamentaba con su natural desarrollo literario el atentado patrimonial e histórico que se acaba de cometer sobre el edificio.
No puedo evitar recordar unos momentos muy entrañables de mi vida cuando conocí al poeta Manuel González Sosa trabajando yo en el Registro allá por el año 1995. Don Manuel buscaba información del Poeta Domingo Rivero y mis compañeros de Registro sabiendo de mis “vicios históricos” no dudaron en “asignarme” ayudar a Don Manuel. Gracias a ello pude cultivar una afectividad y admiración hacia esa persona de mente clara y amor socarrón hacia Guía, que me pidió que le acompañara a los lugares de su niñez: al gallinero y, como no, a su nunca cumplido deseo de bajar al Rio. Al menos llegamos, por su avanzada edad a asomarnos al grandioso barranco en el que finaliza el pago de Llanos de Parras.
Volviendo a la Villa, nos llena de dolor y de vacío como en pleno siglo XXI, teniendo en Canarias una legislación consolidada en cuestiones patrimoniales y urbanísticas, pasen estas barbaridades. La Villa Melpómene famosa y digna de conservar en su estado puro por haber sido el sitio de descanso de uno de los mejores músicos de finales del XIX, Camile Saint Saëns y por su estructura en si misma, tiene además muchas más connotaciones históricas de nuestras islas y nuestro pueblo. Por ello nos ofrecía elementos patrimoniales más que suficiente para conocerla y sobre todo conservarla para su uso económico, social o cultural.
La historia del edificio tiene también sabor literario de Guía. El propietario del terreno era Juan Rivero Bolaños, un guiense que heredó las tierras de su padre que había hecho fortuna por allá del charco y volvió con los procesos de independencia del sur del continente americano. Juan Rivero invirtió mucho dinero en la industria de la cochinilla, justo en el momento en que este producto empezó a decaer en sus exportaciones por la aparecieron de los tintes industriales mucho más económicos, lo que dio lugar a la merma de la fortuna familiar.
Como devaneo histórico del pasado de Villa Melpómene hay que decir que Juan Rivero será
el padre del Poeta Domingo Rivero quien nos dejó una obra de marcado carácter íntimo.
Juan Rivero tendrá mucho contacto con los representantes y exportadores extranjeros que se establecieron en las Palmas. A uno de ellos, el francés Jean de Ladeveze, le venderá las tierras que tenía en la Cuesta de Casiana.
Este francés será, según la documentación de la época, el que reconozca en abril de 1890 a Camille Saint Saëns en la Plaza de Santa Ana de Las Palmas y a partir de ese momento se convertirá en uno de los referentes del músico en la isla, pasando temporadas como es sabido en la casona que el exportador construirá en Guía.
El nombre de Villa Melpómene, aunque con tan ilustre habitante dentro nos sería fácil identificarlo con la musa del Teatro, sin embargo y siempre bajo la información dada por don Manuel González Sosa, sin yo poder encontrar hoy documento alguno que lo respalde, tiene su origen en la denominación de la Fragata Escuela de la Marina Francesa que durante los periodos de 1890 a 1903, surcaba los mares de Canarias en sus viajes de aprendizaje, tocando los puertos de Las Palmas y de Santa Cruz. La Fragata se llamó MELPÓMENE, y según aquel testimonio de don Manuel González Sosa, sería el nombre elegido por Ladeveze para la casa que construyó en Guía, en reconocimiento a la Marina Francesa y a la amistad que le unía con un Comandante de la citada nave. De la Melpómene y sus viajes a Canarias hay documentación e incluso existen imágenes del navío.
Lo que por desgracia ahora no queda es huella de la fachada de la Villa Melpómene que Ladeveze o Saint Saëns conocieron; ni siquiera de la que vieron Juanito García y Amelia Santana que durante años vivieron en una parte de la Casa, trabajando la finca de plataneras adyacente. Primero fue la autovía, luego la ignorancia.
Desidia y desinformación. Nuestra sociedad es huérfana de cultura, la clase política, los técnicos, pero también nosotros y nosotras, que no somos capaces de transmitir a la sociedad las virtudes, usos y ventajas del patrimonio cultural y natural. Eso sí, Gran Canaria y Canarias está en la cresta de los documentales sobre sus maravillas culturales y naturales, nos llenan de premios internacionales.
La Realidad es otra, la realidad es que poco es lo que se cuida. Siempre se mira para otro lado. Tenemos que acabar con esta hipocresía.
Como dice Santiago Gil, VILLA MELPÓMENE MERECÍA OTRO FIN.