VIVENCIAS DE NUESTRA GENTE NUMERO 3

Esta vivencia ocurrió en uno de los populosos barrios de Gáldar y me la contó uno de los siete hijos de esta singular familia numerosa.

Maestro Manuel y su esposa Rosario vivían solos, en una casa terrera de su propiedad que éste había construido con sus propias manos y la ayuda de algunos amigos. Era una casa grande pues como dije habían tenido familia numerosa, siete hijos en total,  cuatro varones  y  tres hembras. Todos  hacia tiempo que se habían independizado; unos casados y otros arrimados, según cuenta mi amigo.

Doña Rosario era una mujer muy trabajada y ya no se encontraba muy bien de salud. Sin embargo maestro Manuel seguía gozando de una salud de hierro y le gustaba echarse un par de  copitas de ron, tanto al mediodía como por la tardecita antes de comer.

La pobre mujer se quejaba constantemente a su marido de que sus hijos y nietos los visitaban poco y suspiraba por las ganas que tenia de verlos reunidos a todos en su casa. !Ay Manuel!, solía decir, yo no me quisiera morir sin verlos a todos reunidos alrededor de esta mesa tan grande. Aunque yo entiendo que es muy difícil, mejor dicho casi imposible, por sus trabajos y quehaceres, hacerlos coincidir a todos al mismo tiempo. Pero si Dios quisiera….

 

Maestro Manuel se devanaba los sesos pensando como demonios podía juntar al mismo tiempo a todos sus hijos con sus parejas y nietos, y no solo para ver contenta a su mujer, pues él también lo deseaba.

Así, hasta que un día llega a su casa a eso del mediodía, después de dar una vuelta por el  pueblo, y le dice a su mujer: Rosario, mañana prepara un buen potaje que vendrán todos tus hijos con sus familias a cenar. !Como dices Manuel!. A la pobre mujer casi le da algo de la alegría y cuando le preguntó que como se las había arreglado para ponerlos a todos de acuerdo, su marido se encogió de hombros y con media sonrisa se fue para la cocina a echarse un pisco de ron acompañado de un cacho de queso de media flor de Guia que había comprado en casa de Arturo.

Oiga, dicho y hecho. Al día siguiente a eso de las ocho de la tarde empiezan a aparecer los hijos con sus respectivas familias. Aquello fue una fiesta por todo lo alto. La alegría reinaba en la casa y doña Rosario no paraba de llorar de lo contenta y emocionada que estaba.

Maestro Manuel se llevo a los hijos para la cocina y allí se echaron unos cuantos rones y de tapas unos trocitos de queso con pan bizcocha’o. Mientras tanto doña Rosario se desvivía en atenciones con sus hijas, nueras y especialmente con sus nietos.

A eso de las nueve de la noche, cuando hubieron llegado todos, doña Rosario les dice que se sentaran a la mesa que había hecho un potaje que le había quedado riquísimo y había más que suficiente para que todos cenaran. Y así transcurrió la velada hasta que finalizó la comida que estuvo a gusto de todos.

Entonces, cuando doña Rosario se encontraba lavando la loza que se había utilizado en la comida, se le acerca uno de los hijos mayores y le dice, sin ella esperárselo: «Madre, y le toco mucho al viejo en la lotería»……. doña Rosario se da la vuelta y se le queda mirando a los ojos, perpleja, y a los pocos segundos empieza a reírse sin poder parar, hasta que todos se fueron acercando alrededor de ella, menos Maestro Manuel que también se partía de risa en el salón…… «Hay que ver lo que ha tenido que hacer tu padre para reunirlos a todos»…..jajajajajaja…..

Esa fue la genial idea que se le ocurrió a maestro Manuel. Se dejó caer en un bar del pueblo, mientras se echaba un pizco de ron, que se había ganado la lotería. Él sabía que sus hijos se iban a enterar y que acudirían a su casa todos en masa al día siguiente.