Si de algo me sirvió mi breve experiencia política fue, entre otras cuestiones, para conocer y calificar a determinadas especímenes a las que debemos y tenemos que identificar y desenmascarar.
Los más dañinos son tres especies que se necesitan y se complementan, son las que dan título a este artículo: garrapatas, borregos y trepas.
Las garrapatas se agarran a cualquier oportunidad para vivir del erario público. Generalmente, carecen de ocupación y profesión conocida, haciendo de la política su modus vivendi.
Los borregos obedecen lo que les dicen aquellos que manejan los hilos de la marioneta en la que han convertido al partido. Y, como rebaño, siguen las indicaciones dadas sin la más mínima reflexión crítica, renunciando a la libertad personal para ser dependientes y dignos de pena y desprecio. Su silencio cómplice es nauseabundo.
Los trepas cambian sus principios, pisotean y traicionan, si es necesario, para conseguir el puesto que le permita la mejora económica y alienar una autoestima vacía.
Por desgracia, las garrapatas, los borregos y los trepas, no son especies en extinción sino en expansión en el contexto político.
En casos, no excepcionales, se juntan en el mismo personaje las tres cualidades. Dejo a la inteligencia del lector la explicación y la identificación de dichos fenómenos.
Olvidan que, en las películas como en la vida, sobre todo de argumento político, solo hay lugar para un protagonista y, más pronto que tarde, terminarán siendo devorados por aquel que ahora les necesita.
A la vida pública, a la política, hay que llegar y despedirse ligero de equipaje. Cuando no es así, el destino les reservará ser víctimas de su ambición y de su arrogancia.
Aquellos que en la vida carecen de principios suelen tener tristes finales.
Fd.- Manuel García Morales.