Uno de los «personajes» más populares de Gáldar en los años 60 y parte de los 70 fue sin duda un tipo llamado Jesús y conocido por «Tachú». Era un hombre bien parecido, todo músculo, de estatura media alta, en torno al 1,80, y tenia amplios conocimientos en artes marciales. Era medio analfabeto y una especie de matón de barrio, aunque generalmente no buscaba las peleas sino más bien se las encontraba o las provocaba su hermano José, que era bajito, algo canijo y con cara de pocos amigos.

Tachú era famoso entre la Guardia Civil por sus pequeños robos, como por ejemplo de alguna pieza de una bicicleta que necesitaba para la suya o algún gallo de pelea o alguna gallina para castear, algún conejo para un tenderete, etc. vamos, robos de poco valor y de menor importancia. Lo cierto es que la Guardia Civil, desde que alguien denunciaba un robo de este tipo de cosas, iban a buscar a Tachú. Así, hasta que por reincidente el Juez le condenó a ir a la cárcel, que evitó al alistarse a la Legión Española en la que estuvo varios años, pues se reenganchó una o dos veces. Allí aprovechó el tiempo y aprendió a leer y escribir y llegó a ser cabo primero. De haber seguido en pocos años hubiera ascendido a Sargento y se hubiera ganado la vida de mejor manera.

Cuando regresó a su pueblo había sufrido un cambio total no solo fisicamente sino también en su comportamiento. Buscó su trabajo, se casó y tuvo varios hijos; pero con el paso de los años se fue degradando con la bebida, dejo de trabajar, su mujer lo echó de la casa y daba pena de verlo, pues se convirtió en una sombra de lo que fue. Vamos, una ruina de hombre. Una hermana lo recogió en su casa pero con la condición de que no tomara alcohol. Ella lo cuidaba, le compro ropa y le daba de comer. Fue incapaz de cumplirla y al poco tiempo se fue a vivir a una cueva.

La última vez que lo vi estaba muy desmejorado, viejo y con un bastón. Yo lo saludo cuando me lo encuentro y él se alegra y me devuelve el saludo. Si es en algún bar le invito a un ron, que es lo que suele beber, y se queda muy contento.

Volvamos a recuperar la historia de manera cronológica. Como se verá luego también tenía buenos sentimientos, sobre todo con la familia y en primer lugar por su madre a quien adoraba y respetaba.

Le gustaba vestir al estilo vaquero de las películas del oeste americano, de las que no se perdía ni una: Pantalones ajustados, sombrero de ala ancha, chamarra con muchos flecos colgantes y cinturón anchó del que siempre colgaba un cuchillo canario bastante grande que era precioso.

Lo que nos extrañaba a todos es que tanto la Guardia Civil como la Policía Municipal le veían con el enorme cuchillo al cinto y se lo permitían. Quizás porque sabían que sólo lo llevaba como complementó de su vestuario, pues jamás lo sacó para una pelea, pues de hecho no lo necesitaba.

Decía mi suegro que era muy fuerte y un buen trabajador, pero cuando le parecía estaba varios días sin aparecer por el trabajo que generalmente era en las fincas de plataneras, por lo que no se podía contar con él para un trabajo fijo. Él lo empleó varias veces y siempre lo dejaba colgado cuando mas falta le hacia.

Ahora paso a relatarles cuatro anécdotas, que definen mucho mejor como era este popular personaje.

ANÉCDOTA NUMERO 1. EL CHÉRIF.-

Esta la viví yo. Después de haber visto una película en el cine Guaires de Gáldar, estaba sentado a una mesa de un bar junto con tres amigos más de Guia, entre los que se encontraba Braulio, tomándonos algo cuando aparece José, el hermano de Tachú, que, como dije, era bajito y algo canijo y nos dice: «de parte del chérif, (que era Tachú), que tienen media hora p’a salir de Gáldar». Aquello era grave porque te podían dar una buena paliza. Cuando habíamos decidido que lo mejor era salir por piernas, vuelve de nuevo José y le dice a Braulio: «dice el chérif que tu te puedes quedar porque eres sobrino de don Carlos el Alcalde». Aún así Braulio decidió que se marchaba con nosotros. Eran unos verdaderos matones.

Para que la gente joven lo sepa, en esa época, tendríamos entre 15 y 16  años y Tachú uno o dos años mas que nosotros, éramos un poco salvajes y habían continuas peleas entre los chicos de Guía y Gáldar cuando se encontraban unos en la ciudad de los otros. Bueno, toda esa rivalidad se superó hace ya muchos años pero así era.

ANÉCDOTA NUMERO 2. EL PROTECTOR.-

Cuando yo conocí a mi mujer tenía 19 años y estaba cumpliendo el servicio militar en el cuerpo de Artillería, en La Isleta. Tachú era primo hermano de ella y por el solo hecho de yo ser de Guía me tenía manía y como yo entonces, después de terminar la mili, trabajaba en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Guia, pensó que yo era un niño «pijo» y que no merecía a su prima, que dicho sea de paso, con la que apenas se hablaba.

Ya llevábamos en torno a los dos años de novios y una noche Tachu me estuvo esperando en unas plataneras que estaban justo encima de una vereda por la que yo solía pasar todos los jueves y domingos, a eso de las diez de la noche, después de dejar a mi novia en su casa.

Pues bien, una de esas noches tenía previsto tirarme encima rolos de plataneras podridos. Pero se quedó con las ganas porque, afortunadamente, ese día subí con un amigo en su moto, que también venía de hablar con su novia que vivía un poco mas  abajo. Ya se pueden imaginar como me hubiera dejado, pues yo siempre iba a ver a mi novia muy bien vestido.

De esto me vine a enterar ya de casado, pues me lo contó el propio Tachú. Yo solía pasarme algún fin de semana en la casa de mis suegros y me gustaba charlar y echarme una copa de ron con todos ellos cuando acababan la faena en las plataneras, a eso del mediodía. Cuando ya llevábamos cierta amistad, Tachu me dijo un día textualmente: De la que te libraste una noche Pepe, porque te tenía preparada «una cerrera de rolos podridos» que te hubieran dejado «bonito». Cuando le pregunté porqué lo iba a hacer me dijo que porque yo le caía mal y porque estaba “jarto” de ron. Luego nos fuimos conociendo mejor pues iba algún sábado o domingo por la mañana a ayudar a mi suegro en las plataneras y entre pisco y pisco nos hicimos amigos. Hasta el punto de que me regaló su puñal de la Legión que aún conservo, cuya foto acompañó a esta vivencia.

ANÉCDOTA NUMERO 3. EL MATON.

Tachú y su hermano José eran inseparables. Los domingos y días de fiesta estaban siempre juntos y era frecuente que José se metiera en algún lío, que generalmente lo provocaba él mismo, sobre todo cuando tenía tres copas y se envalentonaba. Cuando la cosa se ponía seria y llegaba la hora de los tortazos, llamaba a su hermano y le decía: «Tachú, ven y arregla esto». Cosa que generalmente se arreglaba desde que este llegaba, pues ya todos lo conocían y el que no lo conocía desde que lo veían decidía que lo mejor era retirarse. Hacían una buena pareja. Me hacía recordar los perros que tenían la mayoría de las fincas: Uno pequeño, un pequinés o alguna raza pequeña, que es quien primero empezaba a ladrar desde que olfateaba algo raro y el grande que es quien imponía el respeto.

ANÉCDOTA NUMERO 4. EL BUEN HIJO.-

En esta anécdota veremos la parte humana de Tachú. En esa época los hombres y mujeres que trabajaban en las plataneras cobraban semanalmente. Y desde que Tachú cobraba lo primero que hacia era ir a su casa y entregarle el sobré a su madre sin abrir siquiera. Su madre abría el sobre y le entregaba a él una cantidad para los gastos de la semana. Luego se bañaba, se vestía con ropa limpia que había lavado y planchado su madre y se iba para el pueblo, (ellos vivían en las afueras a poco más de dos km.)

Cuando no iba para el pueblo junto con su hermano José, solía encontrárselo en algún bar y junto con algún amigo se echaban unos piscos de ron y charlaban un buen rato o le daba una piña a alguien si se terciaba.

Pero ese sábado no encontró a su hermano José en los sitios habituales, así que después de echarse unas copas y charlar con unos amigos, regresa a su casa a eso de la una de la madrugada. Cuando llega a su casa, su madre, que aún no se había acostado, le dice que su hermano José no había venido a traer el sueldo y se lamentaba de que lo más seguro es que ya se lo hubiera gastado con los amigos. Tachú se cabrea y se muerde la lengua para no maldecir delante de su madre y tira de nuevo para el pueblo en busca de su hermano José. El sabia casi con seguridad en el bar donde podría estar gastando el sueldo con algunos amigos gorrones. Por lo que fue al bar que se imaginaba y allí estaba su hermano José con varios amigos más, dando la casualidad de qué en ese momento estaba con el sobré del sueldo en la mano y sacando un billete para pagar la corrida última que se había puesto. Entonces se acostumbraba a pagar por ronda tomada y generalmente si eran varios cada uno pagaba una ronda o corrida como le llamábamos también. Cuando José vio a Tachú se sorprendió y se asustó, pues le temía más a su hermano que a su padre, que dicho sea de paso, por entonces estaba paralítico en una silla, razón de más porque era tan necesario el sueldo de los hijos que vivían aún con ellos. José le invitó a tomar una copa que Tachú rechazó al tiempo que le dice muy secamente: «José tomate esa copa y vamos p’a casa que madre te esta esperando». José cuando tenía varias copas se envalentonaba y le contesto a su hermano: «Ahora mismo estoy conversando y pasando un rato con estos amigos y ya me iré cuando me parezca». Los «amigos» se dieron cuenta del color que aquello estaba tomando y se bebieron la copa y se fueron.

Una vez solos Tachú le dijo a su hermano: “Mira José tú te puedes emborrachar todas las veces que quieras y llegar a casa cuando te dé la gana, pues para eso eres ya mayor de edad, pero el sueldo de madre hay que respetarlo”. En fin, que ya cabreado y cansado de esperarlo, le suelta una piña en toda la cara que José cayó redondo al suelo sin conocimiento. A continuación se echa los sesenta y pico kilos de su hermano al hombro y se lo lleva para su casa que como dije estaba a más de dos kilómetros de distancia. Era un hombre muy fuerte.

Al día siguiente, Domingo por la mañana, aparece José por la casa de mis suegros a ver si su primo le prestaba unas gafas de sol para disimular el tremendo cardenal que tenía alrededor de un ojo. Y fue él mismo quien nos contó lo ocurrido la noche anterior.

Así era Tachu, un matóncillo y un raterillo pero con buenos sentimientos. Falleció el año pasado, 2.018. Que descanse en paz.

Cuando Tachú se alistó en la Legión Española, su hermano José, que era un par de años mayor que el, cambió mucho también. Se echo una novia en La Aldea, se casó y tuvo varios hijos. Se hizo pescador y se ganaba la vida con su barquilla, y allí sigue viviendo feliz con la familia que fundó.